Al salir a la huerta del convento, en las zonas ajardinadas, podemos descubrir dos arbustos que debido a su edad centenaria, se han convertido en árboles.

 

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El primero de ellos, y el más anciano, es el Mirto (Myrtus communis), también llamado murta o arrayán. Se trata de un arbusto de la familia de las mirtáceas, oriundo de la zona mediterránea, de hoja perenne, flores blancas, y por frutos unas bayas negras comestibles. Sus hojas y bayas tienen diversas propiedades medicinales, y además se puede elaborar licor con ellas.

Se le suele encontrar en grupos, haciendo setos. Esta es la disposición que tiene el mirto del convento, aunque debido a su volumen puede resultar difícil apreciar que en su origen fuese un seto. En longitud supera los 21 metros; y en altura ronda los 8 metros.

 

La edad cierta nos es desconocida. Es muy probable que fuese plantado por los primeros capuchinos, en torno a 1601, cuando construyeron la balsa de la que se nutre el ejemplar; aunque sin un estudio realizado por expertos, no puede descartarse que sea anterior, y ya existiese en las inmediaciones de la primitiva ermita de los santos Abdón y Senén.

 

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Y cerca del mirto está el Laurel (Laurus nobilis), otro arbusto oriundo de la zona mediterránea. Pertenece a la familia de las laureáceas, perenne, de hojas aromáticas y flores amarillentas.

La edad del laurel también nos es desconocida; pudo ser plantado al mismo tiempo que el mirto, o puede ser posterior.

 

Está arreglado a modo de cenador, y en el interior dispusieron los frailes antiguos a modo de asientos las grandes dovelas de dos arcos de piedra, procedentes de la antigua prisión de L’Olleria.