Nuestro convento fue fundado por san Juan de Ribera, arzobispo de Valencia , y desde los primeros tiempos encontramos santos entre sus moradores.
De la primera generación nos hablan las crónicas del primer guardián (superior del convento), el siervo de Dios fray Narciso de Denia, insigne por sus virtudes y sus milagros; de fray José de las Cuevas, famoso por sus éxtasis y levitaciones; y del P. Miguel de Valencia, cuyos restos mortales incorruptos obraron numerosos milagros.
Hijos de L’Olleria fueron los tres siervos de Dios P. José de Ollería, apodado “el santo”; el P. José de Ollería, apodado “el santico”; y fray Buenaventura de Ollería, que vivió casi toda su vida en el convento de capuchinos de Valencia, llegando a tener gran fama de santo en toda la ciudad. Obró numerosos milagros y tuvo el don de conocer las cosas ocultas, entre otros carismas. Su muerte aconteció el 23 de noviembre de 1806, y su cadáver permaneció expuesto a la veneración pública dos días, obrándose muchos milagros entre los continuos fieles que se acercaban a venerar su cuerpo. Se llegó a recabar testimonios con vistas a una posible beatificación; pero en 1811 las tropas francesas asaltaron el convento de Valencia, perdiéndose su cuerpo y muchos de los documentos y declaraciones, por lo que no se continuó el proceso de beatificación. De él se conservan dos retratos, uno en el convento de Valencia y otro en el de L’Olleria.
A finales del siglo XIX, retornan los capuchinos a L’Olleria tras la desamortización de Mendizábal, siendo el restaurador el venerable P. Luis de Massamagrell (Luis Amigó). Unos años después llegó el venerable P. Francisco de Orihuela para hacerse cargo de los novicios y de la Tercera Orden, animando la fraternidad de L’Olleria y fundando otras fraternidades en los pueblos de alrededor. Ambos están en proceso de beatificación.
Los beatos Modesto de Albocácer, Fidel de Puzol, Ambrosio de Benaguacil, Juan Crisóstomo de Gata, Eloy de Orihuela, Pedro de Benisa, Germán de Carcagente, Santiago de Rafelbuñol y Enrique de Almazora, que habitaron en distintas épocas en el convento, todos murieron mártires en 1936.
Buenaventura de Ollería Francisco de Orihuela Gregorio de Ibi